«A los diez años, creía que el mundo era de los adultos. Podían hacer el amor, fumar, beber a su antojo, ir a donde quisieran pero, sobre todo, aplastarnos con su poder indomable. Ahora sé, por larga experiencia que, en realidad, no hay adultos, sólo niños envejecidos.
Quieren lo que no tienen: el juguete de otro, tienen miedo de todo, obedecen siempre a alguien, no disponen de su existencia, lloran por cualquier cosa, pero no son valientes como lo fueron a los diez años. ... Lloran, lo hacen de noche, en silencio y a solas». - José Emilio Pacheco.terça-feira, 4 de fevereiro de 2025
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