“A los cincuenta años ya no puedes soportar sus limitaciones.
No puedes soportar el sujetador demasiado apretado, las cenas obligatorias con la cuñada controlando el polvo en tus esquinas, los tacones altos en las piedras y las sonrisas de la circunstancia... A los cincuenta años ya no quieres demostrarlo. Eres quien eres, las cosas que has hecho y las cosas que todavía quieres hacer. Si está bien con los demás, está bien. De lo contrario, es lo mismo. A los cincuenta años no importa si tuviste o no hijos. Todavía serás la madre: de tu madre, de tu padre, de una tía que se quedó sola, de tu perro o de un gato con piel que recogiste en la calle. Y si todo esto no sucede, serás una madre de ti misma. Porque a lo largo de los años habrás aprendido a cuidar un cuerpo que finalmente amas, en su vez más imperfecto solo a los ojos de los demás. ¿A quién le importa si la mitad del armario es del tamaño equivocado? Lo importante es que tu espalda no cruje demasiado cuando te levantas, que tocar tus pechos no se sienta como bolas y que la menstruación finalmente se convierta en un problema para los demás. A los cincuenta años quieres libertad. Libre para decir que no, libre para permanecer en pijama todo el domingo, libre para sentirse hermosa para ti y no para los demás. Libre para caminar solo: aquellos que te aman se mantendrán contigo, que se preocupan por los demás. Eres libre de cantar a todo pulmón en el coche, incluso si te miran mal en el semáforo. No tendrás más registros de clase para revisar o charlas de mamá para agorar. Tendrás sueños como en tus veinte años y le pedirás a cada dios tiempo para darse cuenta de más. Debes haberte desnudado para los hombres que amabas y las inseguridades que te hicieron temblar. Y ahora, justo ahora que has comido la mitad de tu vida en grandes bocados y con prisa, encontrarás el deseo de probar lentamente todo el azúcar y la sal de los días que tienes por delante.”sábado, 7 de setembro de 2024
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